Generación 1968. Testimonios del 68. Parte III.

Ingenieros

Una apacible tarde del mes de julio de 1968, estaba en la Biblioteca Nacional, situada en la calle de Uruguay en el Centro Histórico de la Ciudad de México.  La biblioteca se encontraba casi vacía y podía apreciar los rayos del sol crepuscular que se filtraban a través de las ventanas del domo de la antigua iglesia.  En ese momento, el ambiente en la sala era totalmente escolástico, como si estuviera en el claustro de algún convento colonial. Buscaba en vano un libro de Justus von Liebig para completar una tarea de la  asignatura de Química Inorgánica. Al salir de la biblioteca me percaté que la gente caminaba apurando el paso, lo que debí haber interpretado como una señal de alarma.  Aun así continué mi camino rumbo al poniente, en contraflujo de las personas que cada vez más se apresuraban.  Casi al llegar a la avenida de San Juan de Letrán pude oír los sonidos de sirenas de vehículos de emergencia y con toda claridad los gritos de personas.  Normalmente caminaba del centro de la ciudad hasta el monumento a la Diana Cazadora, situada en la glorieta de Reforma, Mariano Escobedo y Melchor Ocampo. Esta vez el sonido y un vago olor a gas lacrimógeno me hicieron desistir del propósito.  Fue una buena decisión.

Se trataba de una marcha para protestar por la brutalidad policiaca de días anteriores.  La policía, al disolver una pelea entre estudiantes de la Vocacional 5 del IPN en la Ciudadela y los de la preparatoria particular Isaac Ochoterena, se había topado involuntariamente con la celebración del aniversario de la Revolución Cubana que llevaban a cabo varias organizaciones de izquierda.  Estas dos multitudes fueron reprimidas con violencia por el cuerpo de granaderos, cuyo cuartel estaba en la calle de Victoria.

Las peleas estudiantiles eran cosa común, dadas las rivalidades deportivas y las no tan reconocidas, de clase entre los estudiantes del IPN y los demás.  Estas trifulcas causaban un poco de alarma entre los vecinos, pero al fin se encogían de hombros y exclamaban “estos muchachos”.  Esta vez  la policía decidió poner un alto y soltó la juaría de granaderos.

Los estudiantes creían en el derecho de asamblea y de petición y decidieron protestar en uso de sus libertades.  Por casualidad pasaron por el Hemiciclo a Juárez, donde de nueva cuenta fueron agredidos por los genízaros, como se les conocía o por otro nombre, los ahijados del Diablo.,

Esto desató nuevas protestas.  Y el curioso fenómeno de que los estudiantes del Politécnico pidieran apoyo a los estudiantes de la Universidad. Sí, así, La Universidad.  No había otra en el país digna de nombre genérico. Nuevas protestas, ahora con la petición de la renuncia del Gral. Cueto Ramírez, director de la policía.

Hasta ese momento en 1968 las preocupaciones estudiantiles estaban centradas en si los Beatles eran mejores que los Monkees, creación de la Mercadotecnia gringa.  Ya empezaba a preocupar la guerra de Vietnam, la cual se escalaba cada día.

Pero la cerrazón del gobierno, en primera instancia del General Corona del Rosal (personaje que tuvo la osadía de llevarse la estatua de la Diana Cazadora a su pueblo natal en Hidalgo) y por su jefe, “El Trompas” Díaz Ordaz, volcó la atención estudiantil hacia el autoritarismo y las libertades que eran letras muertas.  Se decía: “¿en qué se parecen la Constitución y la carreta a Querétaro? En que todos pasan sobre ellas”.

Otro día estaba de nuevo en una biblioteca, esta vez en la Biblioteca Central e la UNAM, en el corazón de la Ciudad Universitaria.  En ese entonces de todo el magnífico edificio, los estudiantes sólo tenían acceso a dos pisos.  Había que enseñar la credencial para tener acceso a los ficheros de tarjetas de cartón, algunas de las cuales mostraban el paso de muchas manos a la búsqueda del libro que les ahorrara trabajo para alguna tarea.  No en balde está situada más cerca del ala de Humanidades que del ala técnica de las escuelas y facultades.  Si se tenía suerte se encontraba una ficha con un libro prometedor.  Copiar la referencia llenar la forma establecida, incluyendo título, autor, clasificación; los datos del estudiante, sin omitir el  inefable número de cuenta, mostrar la credencial de nuevo y ver cómo el empleado la colocaba en un canasto que misteriosamente desaparecía en el piso superior.  Si los poderes mágicos así lo decidían, el libro bajaba en la misma canasta. Dejar la credencial, regresar a la mesa y copiar a mano el contenido cerraba el círculo de la consulta.  Obvio, no existían las copiadoras.  No existía el préstamo domiciliario.  La explanada central servía como paso, descanso y pretexto para visitar las facultades de Filosofía y Letras, Ciencias Políticas y Derecho, donde la población femenina era alta.

En esta ocasión, la explanada de la Rectoría y la explanada central servían para la concentración de los contingentes de estudiantes de todas las escuelas de la UNAM, convocados por el rector Javier Barros Sierra, para protestar por la violencia a la autonomía de la Universidad, que en días anteriores el ejército había tenido a bien pisotear.  En una de las marchas los estudiantes se habían refugiado en la Preparatoria 1, albergada en San Ildefonso.  Los granaderos tocaron a la puerta, claro que el toque fue mediante un disparo de bazuca a la puerta de origen colonial.  Además del daño al magnífico edificio se tuvieron los primeros muertos, ya que algunos estudiantes estaban atrás de la puerta atrancándola con sus cuerpos.

La marcha recorrió la Av de los Insurgentes hasta su entronque con Félix Cuevas, donde los tanques del ejército bloqueaban el paso.  Así la marcha, en medio de un torrencial aguacero, dobló a la derecha, pasó por los multifamiliares Miguel Alemán, desde los cuales los habitantes lanzaron periódicos para que los estudiantes se protegieran de la lluvia.  La multitud siguió hasta Av. Universidad y de vuelta al campus.

Omití mencionar, que también participaron contingentes del IPN y de Chapingo.  Notable este último caso, ya que la Escuela Nacional de Agricultura estaba militarizada. Los “Toros Salvajes” mostraron gran valentía.  El mitin de cierre con el Rector Barros Sierra ondeando la bandera nacional y cantando el himno nacional, todo bajo la persistente lluvia, es un recuerdo inolvidable.  Se remató con un Goya y como cortesía a los visitantes del Poli, un Huelum.

Nos sacaron de la inocencia, de creer en la ley, de sólo preocuparnos por el estilo de peinado, de las modas.  Si los Rockets, los que preferían las chamarras de cuero, pantalones ajustados y grandes copetes, a los Moods, que usaban traje con pantalones acampanados y corbata y peinados a los Beatle; de las discusiones sobre el largo de las minifaldas, condenadas por el clero y la Liga de la Decencia (la misma que le puso pantaletas a la estatua de la Diana Cazadora); de las películas prohibidas que exhibían en el Auditorio Justo Sierra, como fueron La noche de un día difícil, Los Caifanes, y las de Jodorowski. Nos metieron a la realidad de un México reprimido, localista, gazmoño y provinciano.  Entendimos que el mundo es violento, que los derechos hay que defenderlos, que los buenos de la película eran los vietnamitas.  Que las diferencias no eran las de clase social entre el Poli y la Uni, sino entre el autoritarismo y la inteligencia.  Que el grito de guerra de París: “¡La imaginación al poder!” fue lo más destacado filosófica y políticamente en el siglo XX.

Luis Miramontes Vidal

Tomado de Hazel F. (2018). 52 Testimonios en el 50 Aniversario. Facultad de Química, Generación 1968. CdMx, México.

El 68 fue un cambio radical, una ruptura ideológica, política y social.  Una protesta popular que puso en un predicamento todo el proceso de gobierno.  Eso nos hizo cambiar radicalmente. Veíamos como una Facultad que podía ser considerada “apolítica”, terminó entrando al movimiento.  Yo desde antes del movimiento tenía ya inquietudes políticas, que son parte de mi forma de ser.  Y aunque no hubiera querido estar en el movimiento, tenía que estar ahí.

Para mí el 68 fue una experiencia única y en realidad me transformó.  Si antes del 68 quería ser Premio Nobel de Química, después del 68 quería ser líder social, después de ver tantas cosas y de estar en contacto con las personas.  Fui a muchas asambleas y mítines, el 1° de agosto el rector Barros Sierra  encabeza una manifestación.  Llegamos hasta Liverpool de Insurgentes, el que está en la esquina de Félix Cuevas.  Comenzamos a oír gritos de “Zócalo, Zócalo”, pero el rector dijo que mejor nos regresáramos. Y es que un poco más adelante, a la altura del Parque Hundido, la avenida de los Insurgentes estaba bloqueada con los tanques de los militares.  El rector no quiso entrar en una confrontación directa y nos regresamos a Ciudad Universitaria.  Comenzó a llover y la gente del multifamiliar Miguel Alemán nos echaba periódicos, para que no nos mojáramos.  Muchos maestros de la Facultad participaron en esta marcha, estaba Jorge Sierra El Peñoñeme, el director de la Facultad, Manuel Madrazo Garamendi, éste fue uno de los primeros impactos fuertes que tuve.

También participé en la Marcha del Silencio que salió del Museo de Antropología hasta el Zócalo.  Nadie dijo nada, sólo llevábamos pancartas.  La gente alrededor de la marcha estaba impactada y estaba de acuerdo con lo que hacían los estudiantes y había un sentimiento de solidaridad con nosotros.  El 18 de septiembre toma el ejército CU, el 20 el Casco de Santo Tomás y el 2 de octubre fue la matanza. Guardo todavía algunos volantes y panfletos que se repartieron durante el 68.

Mi familia estaba espantada, pero yo a pesar de todo iba, aunque fuera a escondidas.  Discutía con ellos que me decían “estás estudiando, no tienes por qué andar en eso”, después fueron cambiando, pero al principio no querían que yo participara.

Y durante la huelga me puse a leer.  Me interesó el marxismo, la historia de México, que aunque la  había llevado en la preparatoria quise profundizar en ella y surgió el espíritu de querer entender nuestra sociedad.  “¿Por qué somos así? ¿Dónde estamos?, también surgió ahí la idea de estudiar Sociología, como una necesidad de aprender.  Se da una especie de lucha de uno mismo con la realidad, como una especie de contradicción interna, pero hay que seguir adelante.

El ejército entró a Ciudad Universitaria el 18 de septiembre y el día 20 tomaron el Casco de Santo Tomás y hubo muchos muertos.  Y después viene el 2 de octubre.  Estas tres fechas son para mi hitos de violencia, puntos de quiebre y transformación para entender la nueva realidad que vivimos.  Algo  que me dio especial coraje fue leer el 3 de octubre el periódico y que no había alguna noticia que explicara realmente lo que había pasado, como si no hubiera pasado nada. Y ahí fue donde inició el cambio y la transformación, incluso de nosotros mismos.  Yo  no pensaba en que iba  a caer el gobierno, pero si me violentaba que hubiera tantos muertos y que no se dijera nada.  Los medios de información no decían nada y todo se manejaba por rumores.

Cuando finalmente regresamos a clases después del movimiento, la Universidad era otra.  En primer lugar en la facultad había muchos compañeros  que se preocupaban por la situación nacional, y sobre todo, la preocupación de los compañeros que ya no estaban, que no regresaron porque los habían matado.  Eso era como una herida, era no saber qué había pasado. Uno normalmente no se da cuenta tan rápido de lo que sucede, en realidad pasó muy poco tiempo, el dos de octubre Tlatelolco y el 12 se inauguran los Juegos Olímpicos.

IQ Arturo Acevedo

Tomado de Hazel F. (2018). 52 Testimonios en el 50 Aniversario. Facultad de Química, Generación 1968. CdMx, México.

Cuando vino el 68, la verdad es que estábamos chavitos, no sólo cronológicamente y eventualmente todo el grupo de amigos asistimos a las asambleas. A mí me dejó una muy profunda impresión, que todavía tengo. Haber escuchado cuates de mi edad, de mi misma carrera, con la misma formación que yo traía, expresarse con una vivencia y una habilidad para moverse por todo el auditorio, que te convencía, de que sí no teníamos que ir a la huelga, sobre todo, con un contenido convincente.

Intenté, junto con mi grupo de amigos, cooperar en una mínima parte.

Llegó un momento en que me pareció que el año escolar estaba perdido y pensé que  mis estudios se estaban terminando.  Empecé a ver alternativas, como la Ibero, había una beca para ir a estudiar a Estados Unidos y quien estaba  fomentando esa beca era la embajada norteamericana, incluso me fui a anotar para el examen.  También me inscribí en la Bancaria y Comercial, sentía que mi futuro estaba muy incierto.  Afortunadamente se acabó la huelga, regresé a clases y jamás volví a pensar en cambiarme.

Algo de lo que me di cuenta es que no se permitía que la población se enterara de lo que realmente sucedía. No había un medio de comunicación fidedigno, todos estaban coartados.

Al regresar a clases, aunque contento, se percibía un sentimiento de tristeza, porque no concluyeron muchas cosas que habían pasado.  Hubo una cantidad de rumores muy grandes de que habían perdido quién sabe cuántos compañeros, no sabíamos qué pasaba.  Toda esa alegría de regresar a clases, ver a tus cuates, recuperar tu vida, estaba empañada por una gran decepción.  No sabía realmente lo que había ocurrido, faltaba información.

Regresamos a la Facultad más maduros, aunque creo que el movimiento me dejó algo en el inconsciente, para tratar de entender e interpretar muchas cosas actuales, de leer entre líneas.  El 68 me dejó una gran desconfianza de muchas cosas, sobre todo del manejo de la información.  De esto me doy cuenta mucho tiempo después, porque regresando a la Facultad me interesaba sobre  todo retomar mis estudios, mi carrera.

Actualmente no creo tan fácilmente en lo que leo u oigo en las noticias y es difícil, porque tampoco puedes dilucidar algo a partir de lo que está escrito.

Armando Barrera Guerrero

Tomado de Hazel F. (2018). 52 Testimonios en el 50 Aniversario. Facultad de Química, Generación 1968. CdMx, México.

Cuando se vino el movimiento del 68 me uní al Consejo de Huelga, recuerdo que teníamos asambleas todos los días a las 14:00 hrs.  Algunas veces asistía a las asambleas en el Casco de Santo Tomás.  En una de asambleas me di cuenta que el movimiento había sido traicionado por uno de nuestros líderes, al que le decían El Negro.  Participé en la histórica Marcha del Silencio al lado del Rector  y me pude percatar de la solidaridad de los ciudadanos.  Mi familia estaba resignada a que participara en el movimiento, a fin de cuentas yo era el que tomaba las decisiones sobre mi vida.  Aplicaba la consigna universitaria de Prohibido prohibir.  Dentro de mis posibilidades  buscaba mejorar al país, a través de la inteligencia y el trabajo, sin importar ideologías externas.

Juan Ismael Barrientos Jaques

Tomado de Hazel F. (2018). 52 Testimonios en el 50 Aniversario. Facultad de Química, Generación 1968. CdMx, México.

Comentando sobre el movimiento estudiantil del 68 la Facultad de Química fue de las últimas en entrar a huelga (había proyectos de laboratorio de largos tiempos de maduración que no podían eliminarse).  Asistí a muchas asambleas, mítines, marchas.  Todo se derivó de las broncas entre la Preparatoria Isaac Ochoterena, con los alumnos de la Vocacional 5 y ahí se prendió todo.  En mucho fue la lucha en defensa de la autonomía universitaria y por las agresiones policiales a estudiantes que manifestaban su inconformidad.  Ya avanzado el movimiento estudiantil, el día 1° de octubre llegaron dos de mis hermanos de vacaciones aquí al DF y ese día, por la tarde, fuimos a un mitin a Ciudad Universitaria y ahí se dijo “nos vemos mañana en Tlatelolco, tengan mucho cuidado porque va a haber represión”.  Al día siguiente, unos familiares nos invitaron a una comida, por haber llegado mis hermanos y por eso no fuimos a Tlatelolco.  Habíamos programado asistir.  La recomendación de mis papás era de “cuídense, sólo cuídense mucho” Pero en el caso de algunos compañeros sus papás les dijeron que se cambiaran a otras universidades o se regresaran a sus lugares de origen.

Durante la huelga, parte de mi tiempo lo apliqué en trabajar para el Comité Olímpico Mexicano, capacitándome como técnico en fotografía para dar servicio a la prensa en las Olimpiadas del “68”, al tiempo que iba a las asambleas y las marchas estudiantiles.  Me contrataron como técnico en revelado porque era estudiante  de Química.

Otros compañeros de la facultad trabajaron también en esto, como Ana María Ponce, Rosa María Pozos.  Me tocó cubrir los laboratorios de fotografía en el Auditorio Nacional, el Teatro de los Insurgentes y el Estadio Olímpico.  Llegaban los periodistas, me pedían que les prestara el laboratorio y ellos mismos revelaban sus rollos fotográficos.  Eran celosos de sus fotos porque eran las que proporcionaban a la presa internacional.

En la marcha estudiantil y de profesores encabezada por el rector Javier Barros Sierra, el 1 de agosto de 1968, ante las protestas universitarias nos arengó a marchar por la calle de Insurgentes hasta Félix Cuevas y regresando a CU por Avenida Universidad. En esa marcha, algún líder me pidió que tratara de calmar a un grupo de estudiantes, pues había un fotógrafo subido en un árbol tomando fotos y los compañeros querían bajarlo a pedradas.  Me tocó decirles que no cayeran en provocaciones y que siguieran adelante; luego me enteré de que eran de la Prepa 5, “la raza dura” y por más que les gritaba que se calmaran, no lo hacían.  Cuando llegamos a Félix Cuevas decían que había tanquetas del ejército y que estaban muy cerca del “Parque Hundido” y la preocupación era que estos jóvenes de la Prepa 5 se salieran de la marcha y fueran confrontarlos, pero afortunadamente no pasó a mayores.

Por otra parte, en la manifestación del silencio por toda Avenida Reforma hasta el Zócalo se sentía una vibra muy especial, muchos estudiantes traían una cinta pegada en la boca.  Durante el movimiento recorríamos mucho las facultades de CU, en el auditorio de Economía  había constantes mítines y reuniones de estudiantes discutiendo.  Como apoyo a este movimiento se sumaron muchas universidades e instituciones superiores del país como el Politécnico Nacional, Chapingo, la Escuela Superior de Maestros.

El movimiento estudiantil fue un parteaguas, se luchaba por la no represión, por el respeto a la libertad de expresión, por la liberación de presos políticos intelectuales y estudiantes, porque se respetara la autonomía de las universidades; al mismo tiempo estaban los movimientos estudiantiles en Francia, Praga y en Estado Unidos.

El país entero sintió la pena del 2 de octubre, nos causó un gran dolor enterarnos de que fallecieron algunos de nuestros compañeros universitarios y politécnicos que habían ido a Tlatelolco, pasaron muchos días de luto, había una gran contradicción pues en unos días se inauguraban los Juegos Olímpicos de México.

Nuestro regreso a clases fue triste y poco a poco se fueron normalizando las actividades; la meta de todos nosotros era terminar bien la carrera, ser responsables de nuestras acciones, pensar en el país, en dónde vamos a trabajar, qué va a ser del futuro, hay o no empleo, el país estaba creciendo y nosotros apenas cursando el segundo semestre de la carrera; siento que a partir del movimiento estudiantil y de las olimpiadas del “68”, cuando México se dio a conocer al mundo más ampliamente.

I.Q.M. Armando Canales Treviño

Tomado de Hazel F. (2018). 52 Testimonios en el 50 Aniversario. Facultad de Química, Generación 1968. CdMx, México.

Durante el 68 recuerdo haber participado en varias manifestaciones, en especial recuerdo aquella marcha de Ciudad Universitaria a Liverpool Insurgentes en la cual encabezó el rector de la Universidad Javier Barros Sierra.  Mis padres querían que me regresará a Mazatlán, pero no lo hice por mi trabajo. Mi vida cambió después del movimiento, me sensibilizo más como persona.  Empecé a interesarme más en la política y en los movimientos sociales.  A la fecha soy gran admirador del Che Guevara.  En mi oficina tengo un cuadro de él.

I.Q. Jorge Alberto Carbajal Espinosa

Tomado de Hazel F. (2018). 52 Testimonios en el 50 Aniversario. Facultad de Química, Generación 1968. CdMx, México.

Con el movimiento estudiantil y la huelga cerraron la Facultad y por ende, la cafetería, yo asistía a las asambleas y era frecuente que me acompañara Marco Antonio Alvarado.  Fuimos a dos manifestaciones importantes, La Manifestación del Silencio y la que llegó al zócalo, en ésta se izó la bandera de huelga en la astabandera del Zócalo.  No se bajó la bandera nacional para poner la rojinegra de huelga como lo difundió la prensa, en ese momento no había ninguna bandera, se había arriado y únicamente estaba la cuerda.  En ese momento, algunos compañeros decidieron quedarse en el zócalo; a mí me tocó irme, pero con la encomienda de llevar comida al día siguiente, así lo hice, sólo que cuando llegué al zócalo a la mañana siguiente con mi mochila llena de comida, me encontré que el ejército con todo y tanquetas estaba desalojando el zócalo.  En ese momento vi que los motociclistas iban por todo 20 de Noviembre aventándoles las motos a quien se pusiera enfrente, sin ninguna consideración.  Sólo me hice a un lado y como no me daba tiempo de salir corriendo de ese lugar, alcancé a entrar a una de esas casas viejas del centro e incluso aventé a la señora que estaba cuidando la puerta para poder resguardarme.  Por supuesto, ya adentro, me disculpé con la señora.  Me fui a la azotea del edificio a tomar fotografías con una cámara alemana de buena calidad, algunas fotos eran muy importantes ya que evidenciaban esa represión.  Posteriormente, se me ocurrió llevar el rollo a revelar cerca de donde vivía con Álvaro Peón, pero simplemente no me entregaron las fotos buenas y sus negativos que tomé.  Hera de 36 fotos y sólo me entregaron 12 con sus negativos.

Uno de mis hermanos, que era militar en activo, estaba en ese momento en el Estado Mayor Presidencial: Preocupado pues después me comentaba que decía “les estamos pagando a los muchachos y entre ellos a mi hermano”, nos fue a visitar al departamento donde vivíamos, vestido de civil, para preguntarnos si estábamos metidos en el movimiento.  Y sólo nos dijo “cuídense porque las cosas están muy mal y en cualquier momento se  pueden poner muy serias”.  Me mostró una fotografía donde estaba yo en una manifestación atrás de una manta de la Facultad de Química, esto es, que a todos los que estábamos ahí no tenían perfectamente identificados.  Entonces decidí regresarme a Pachuca y al poco tiempo se presentó lo del 2 de octubre.

El regreso a la Facultad después de la huelga fue frustrante, porque la imagen de la Facultad de antes de la huelga, con la cafetería, la estudiantina, y todo el entorno, se modificó radicalmente al regreso.  En principio, ya no había cafetería, ni tampoco estudiantina.  El ambiente era otro y muchos compañeros ya no estaban.

En los últimos semestres recuerdo con cariño a nuestro maestro Raúl Meyer.  Como maestro era gran líder y nos acercamos a él para que nos dirigiera la tesis.   Él trabajaba en PEMEX como director de la oficina de Mecanización y Computación. Excelente maestro.

I.Q. Mauricio Cravioto Tellechea

Tomado de Hazel F. (2018). 52 Testimonios en el 50 Aniversario. Facultad de Química, Generación 1968. CdMx, México.

Nuca fui miembro activo de los huelguistas.  Lo que sí puedo afirmar es que cuando los tanques estaban entrando a la UNAM, nos avisaron por radio y salimos corriendo hacia el estadio olímpico y ahí una persona nos sacó en su automóvil y nos fue a dejar hasta reforma y periférico.  Desde ese lugar  cada quien se dirigió a su domicilio con la incertidumbre de los que se habían quedado.

Siempre tuve que trabajar para poder asistir a la universidad, trabajaba los fines de semana y vendía productos de belleza, también vendía tarjetas de crédito, así que durante la huelga me dedique a incrementar mis ventas para tener un ahorro para el regreso a clases.

I.Q. Beatriz Irene Esquivel Vargas

Tomado de Hazel F. (2018). 52 Testimonios en el 50 Aniversario. Facultad de Química, Generación 1968. CdMx, México.

Yo viví el movimiento del 68 desde dos puntos de vista, no sólo como estudiante, sino que estaba haciendo mi servicio militar en la Marina, que era bastante más riguroso.  No me afectó mayormente, pero si era una dualidad de sentimientos. El movimiento, antes de que se suspendieran las clases, lo veía un tanto románticamente.  Asistía a los mítines porque me despertaba curiosidad y quería oír qué decía la gente.  Recuerdo un mitin en el patio de la Facultad, con un compañero, del que no recuerdo su nombre, joven, muy inteligente, pero hablando con una experiencia que no te esperas de una persona tan joven, utilizando nuestras palabras cotidianas en su discurso, lo que para mí lo hacía más impactante, te convencía y te entusiasmaba, traslucía inteligencia a través de lo que decía.  Sin alguien lo rebatía, con tranquilidad y argumentos le contestaba.  Del otro del que me acuerdo era nuestro compañero Gerardo Dorantes, de la generación 64 o 65, él era muy carismático, estaba como en cuarto año y él era quien dirigía casi todas las asambleas.  Otra experiencia que me quedó muy grabada es que me toco oír a Heberto  Castillo en la explanada de la Rectoría, con una gran claridad de pensamiento, mesurado, nunca me pareció agresivo, hablando con toda propiedad.

Durante la huelga no me dediqué a estudiar, sí a la flojera y seguía con el servicio militar, porque ése no lo podía abandonar.  En mi casa vivíamos con mis abuelos, que era conservador y hasta se puede decir reaccionario.  Para él los estudiantes éramos revoltosos y los del Comité de Huelga, eran unos provocadores.  Con decirles que a mí abuelo le hacía gracia el nombre de Elí de Gortari.  Mis papás no tenían  muy claro cómo estaba el asunto y estaban inmersos en su trabajo.  A mí no me controlaron, me tenían mucha confianza y me dejaban ir y venir.  En cierto momento me atrajo ir a Tlatelolco, porque ahí se hacían los mítines y fui al mitin anterior al del 2 de octubreOímos los discursos, satisficimos nuestra curiosidad y hasta ahí.

Otro recuerdo que siempre me va a quedar, es que participé en la Marcha del Silencio, nos concentramos en el Museo de Antropología y llegamos al Zócalo.  Recibimos todo el impacto por la reacción de la gente, totalmente favorable, “muy bien, muy bien, así”. Sin molestar, sin hacer escándalo.  Estaba emocionado de ir por Reforma, entramos por Cinco de Mayo al Zócalo con toda la gente abarrotando los edificios, y el ambiente te sobrecogía, te hacía sentir parte de algo grande.  Pensaba que el gobierno, por más fuerza que tuviera, no podía resistirse al impacto de tanta gente que no estaba de acuerdo.  Debió ser impresionante para el gobierno.  Y el otro recuerdo que tengo es el impacto cuando el ejército entró a la Universidad. “no es posible que haya hecho esto el ejército”.

Como estaba enrolado dentro de las filas de la Armada, fui a hacer valla el día de la inauguración de los Juegos Olímpicos al estadio de CU.  La Universidad ocupada, estaba a oscuras y yo cumpliendo un encargo de mi servicio militar, interesado por lo que estaba viviendo, pero triste de estar en una universidad intervenida por el ejército.

Mi vida no cambió después del movimiento, aunque me sentía parte de un hecho histórico.  En la Facultad de Química estábamos comprometidos con retomar el cambio de la normalidad, aunque sin desligarte de lo que había pasado.  Circuló una gran cantidad de volantes en donde se escribía sobre los desaparecidos, sobre el Campo Militar No. 1.

Algo de que nos dejó el 68 fue como la pérdida de la inocencia.

I.Q. Alberto Augusto Fuentes Herrera

Tomado de Hazel F. (2018). 52 Testimonios en el 50 Aniversario. Facultad de Química, Generación 1968. CdMx, México.

Una de las características de nuestra Gen 68 es que fue única (según yo) porque cuando entramos se nos vino encima la famosa huelga del 68, que nos hizo interrumpir nuestros estudios.  Al final del día y después de los Juegos Olímpicos del 68 se normalizaron nuestras clases, pero de repente……en nuestros salones observamos que algunos asientos estaban vacíos por diversas causas.  Algunos se habían cambiado a la Ibero, La Salle, ITAM, pero lo más triste fue saber que algunos compañeros fallecieron el 2 de octubre del 68 en la represión del ejército en el mitin que se realizaba en la Plaza de las Tres Culturas en Tlatelolco.

Al mismo tiempo en París y en todas partes del mundo se llevaron a cabo manifestaciones y disturbios por cambiar las estructuras sociales, políticas y económicas.  También nos marcaron en nuestro ADN y la Gen 68 los Beatles, toda la música, el movimiento hippie, para que fuéramos diferentes, pensáramos diferente y lucháramos diferente hasta llegar a lo que somos en la actualidad.

IQ Benjamín Fuentes

Tomado de Hazel F. (2018). 52 Testimonios en el 50 Aniversario. Facultad de Química, Generación 1968. CdMx, México.