No existe evidencia científica sobre su eficacia contra la COVID-19.
El dióxido de cloro, comercializado como solución mineral milagrosa y opción para el tratamiento de la COVID-19 y otros padecimientos, provoca efectos adversos a la salud, como cambios en la actividad eléctrica del corazón, que puede llevar a ritmos cardíacos anormales, así como baja presión arterial; insuficiencia hepática aguda, vómitos y diarreas severas; estas reacciones dependerán de la cantidad de sustancia ingerida, alertó Carlos Rius Alonso, académico del Departamento de Química Orgánica de la Facultad de Química.
En entrevista el académico refirió que aunque se presenta como un producto con respaldo científico, no es así, pues su uso se basa en estudios realizados en la década de 1980, acerca de la efectividad del dióxido de cloro para eliminar virus y bacterias.
“Si se toma un cultivo de virus y bacterias, y se le añade esta sustancia, en efecto se van a destruir, porque se agrega un fuerte agente oxidante. Es diferente hacerlo in vitro (en un ambiente controlado fuera de un organismo) que in vivo (en un organismo), explicó el académico.
El dióxido de cloro es un gas inestable y lo que venden es una solución de clorito de sodio con un ácido (clorhídrico, cítrico, láctico o cualquier otro): “Puede ser comercializado como dos soluciones, por un lado, de ácido clorhídrico al 3 por ciento y, por otro, una solución de clorito de sodio disuelto en agua al 25 por ciento; al mezclarse ambos, se forma el dióxido de cloro”.
Al respecto de su forma de empleo, Rius Alonso comentó que recomiendan tomarlo, pero al ingerirse elimina bacterias del esófago, y al ser un fuerte agente oxidante, destruye células del organismo, pero no al virus.
Una explicación de las empresas para consumir el dióxido de cloro es que genera oxígeno y, por lo tanto, oxigena la sangre. Sin embargo, detalló, “poco a poco oxida al hierro y baja el conteo de hemoglobina, es decir, el conteo de glóbulos rojos, con ello la función de la respiración disminuye poco a poco. El dióxido de cloro oxida parte del hierro de la hemoglobina, lo que impide transportar oxígeno de los pulmones a otras partes del cuerpo”.
En abril pasado, recordó, la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos (EPA, por sus siglas en inglés) alertó, en un comunicado de prensa, sobre los efectos adversos en la salud de las personas que consumen dióxido de cloro.
Este compuesto, añadió el universitario, se empezó a utilizar en la década de 1940 como desinfectante para agua, pues elimina virus y bacterias que pueda contener dicho líquido: “Se utiliza para esterilizar algunos espacios como quirófanos, pues el dióxido de cloro es un gas que llega a varios lugares, oxida y destruye cualquier patógeno”.
El dióxido de cloro también es recomendado equivocadamente para tratar enfermedades como malaria, cáncer y hepatitis, entre otras, y su precio oscila entre 100 y 2 mil pesos: “Mucha gente lo consume, pero habría que alertarlos, pues no está comprobada su efectividad y no hay estudios concluyentes. Lo único que aporta a quienes lo ingieren es un efecto placebo”, expresó.
Asimismo, dijo que quienes ofertan esta solución argumentan que la industria farmacéutica no quiere darlo a conocer, al ser una opción con un costo accesible, lo cual podría eliminar muchos fármacos, incluso los utilizados en el tratamiento contra la COVID-19.
Al respecto, el docente sostuvo que esto es infundado, pues “en México cerca del 80 por ciento de los medicamentos vendidos son genéricos, los cuales tienen precios hasta 10 veces menos que los de las compañías farmacéuticas y, por lo tanto, pensar en un complot de éstas no es un argumento sólido”.
Por último, el universitario recomendó dudar de los productos milagro que ofertan para curar diversas enfermedades, así como consultar fuentes confiables como la Administración de Alimentos y Medicamentos de los Estados Unidos, la cual proporciona al público información científica verificable.
Yazmín Ramírez Venancio