Semblanza de la Generación 68 de la Facultad de Química, a 50 años de egreso

Y finalmente llegó el 29 de enero de 1968. Después de unas largas vacaciones llegamos a la Facultad de Química, llenos de sueños e ilusiones. Todos fuimos muy peinados, planchados y con los zapatos boleados. Muchos de los compañeros con sweater y corbata, las compañeras de falda, medias y zapatillas.

Primero, enfrentar la novatada, con los cortes de pelo a los compañeros y para todos, las interminables listas de material de laboratorio, incluyendo el jabón Pyrex. No faltó quien dudó de su vocación profesional cuando en la bibliografía obligatoria venía el Raskolnikov, que sólo se encontraba en ruso, aunque había una traducción al alemán.

De la curiosidad y susto de los primeros días, poco a poco nos fuimos conociendo, veníamos de preparatorias públicas y privadas, de toda la república, de distintos estratos y orígenes sociales, en una amalgama que sólo puede darse en la escuela de Química más grande e importante del país. Entendimos rápidamente que para salir adelante con nuestros estudios había que trabajar en equipo con nuestros compañeros.

Pronto se nos vino encima la realidad de los estudios, las fórmulas llenas de derivadas e integrales de Fisicoquímica II, cuando apenas tratábamos de entender los conceptos de entropía y entalpía, por ejemplo. Sobrevivimos ese primer semestre y en el segundo, nuestra vida cambiaría radicalmente. Con el movimiento estudiantil aprendimos lo mejor y lo peor del ejercicio democrático. La participación abierta en las asambleas, pero también la manipulación de las mismas, por unos cuantos. Vivimos las ideas del cambio, pero también la represión y la larga huelga.

Cuando regresamos a clases contamos a nuestros muertos y desaparecidos, así como los compañeros que se cambiaron de universidad o desertaron totalmente de la carrera. En el ambiente se respiraba una mezcla de sentimientos, alegría por regresar a clases, desencanto, tristeza, además de los olores de los reactivos que utilizábamos en Análisis 1 y la famosa «marcha».

Poco a poco avanzamos con las materias, primero las de tronco común, después de las propias de nuestras carreras específicas. Y como en toda situación de aprendizaje, tuvimos maestros buenos y no tan buenos, aunque predominaban los excepcionales, los de gran prestigio profesional que llevaban al aula toda su experiencia y generosamente daban su tiempo a la enseñanza de la Química, al tiempo que se desempeñase en el sector industrial o en la investigación de alto nivel.

Aprendimos a estar todo el día en la universidad. Normalmente las clases en el turno matutino terminaban a las 13:00 h. y las del turno vespertino iniciaban a las 16:00 h. Algunos de nosotros aprovechábamos las tres horas para practicar algún deporte, ir a los cineclubs de las distintas facultades, conocer todas las cafeterías de la Universidad. Eso, cuando no nos reuníamos en la sala de estudio o en la biblioteca para preparar tareas y exámenes.

El campus universitario nos ofrecía oportunidades de conocer otras áreas de conocimiento y de cultura general

¡Qué privilegio ser estudiantes universitarios!

Algunos compañeros comenzaron a trabajar en la industria o laboratorios químicos para, poco a poco, adquirir experiencia profesional. Y en nueve semestres la mayoría terminamos la carrera. Por supuesto organizamos nuestra «quema de batas» y festejos de graduación. Ahí no terminó nuestra etapa universitaria, hicimos tesis, nos titulamos, algunos estudiamos maestrías y doctorados, en el país y en el extranjero. Llegó el tiempo de retribuir a la sociedad lo que nos había dado, ya fuera en el aula o en la industria, en los laboratorios, al tiempo que crecimos y maduramos profesional y personalmente.

Hace cincuenta años terminamos la etapa formativa más importante de nuestras vidas. Actualmente muchos estamos pensionados y no olvidamos todo lo que nos dio la Facultad de Química y la UNAM. Desde que egresamos hemos tratado de mantenernos en contacto con nuestros compañeros y logramos formar la Asociación de Egresados de la Generación 68 que anualmente organiza eventos culturales y recreativos.

¡Larga vida a los compañeros de la Generación 68!

¡Larga vida a la Facultad de Química!

¡Larga vida a nuestra alma mater, la Universidad Nacional Autónoma de México!

Y sólo nos resta decir…

“Goya, goya, cachún, cachún, rá, rá. Cachún, cachún, rá, rá, Goya, Universidad”

GENERACIÓN 1968